NO TE DEJARÉ… NUNCA

 

EL TEMPLO PERFECTO

 “Y habrá un abrigo para sombra contra el calor del día, para refugio y escondedero contra el turbión y contra el aguacero”

Isaías 4:6

En todas las religiones el templo es algo de suprema importancia porque es el lugar donde los hombres se reúnen para buscar a Dios.

En la historia del pueblo de Israel el primer templo fue el Tabernáculo construido por Moisés, que era una carpa móvil hecha con materiales muy preciosos que incluía el Arca del Pacto donde estaban un tazón con Maná que descendió del cielo (Símbolo de Jesús), la vara de Aarón que floreció (Símbolo del Espíritu Santo) y las tablas de piedra con los diez mandamientos (Símbolo del Padre). Esta Tabernáculo les servía en su peregrinar en el desierto pues lo desarmaban, lo transportaban y lo volvían a armar en el lugar donde acampaban.

El segundo templo fue el templo de Salomón, que él construyó en la Ciudad de Jerusalén, sus paredes eran enchapadas en oro y con muchos objetos de un valor incalculable, allí también estaba el Arca del Pacto pero ya no estaba el Maná ni la vara de Aarón que floreció sino solamente las 2 tablas de la ley con los 10 mandamientos.

El tercer templo fue el de Herodes, también construido en Jerusalén en los tiempos de Jesús, pero en aquel entonces ya no estaba el Arca del Pacto y ese templo fue destruido en el año 70 de nuestra era.

Y ¿Ahora cuál es el templo? El templo eres tú, el Templo Perfecto dentro del cual habitan el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, no simplemente como los símbolos que habían en el Arca del Pacto como las Tablas de la Ley, el Maná y la Vara, sino con la plenitud de la persona de Dios habitando en tu corazón, ahora tú eres la casa de Dios, tú eres el Lugar Santísimo, tú responsabilidad es mantener la presencia de Dios encendida en tu vida todos los días.

En estos tiempos tan difíciles hay que saber hacer muchas cosas como conducir un carro, practicar primeros auxilios, manejar el internet, comunicarse bien… pero la habilidad más importante que debemos desarrollar es la de relacionarnos y comunicarnos con Dios, vivir en santidad, saber cómo acercarnos a él, cómo recibir sus bendiciones y promesas para cada día de nuestra vida.

Quizá en este momento estés atravesando angustias financieras, familiares, emocionales o sentimentales; tal vez tus luchas son muy internas y no se las cuentas a nadie porque te avergüenzas, pero debes saber que puedes confiar en Dios, entregarle tus debilidades, tus batallas y tus luchas pues Él te dará la victoria en todo. Si el Señor está de tu lado nunca perderás. Y aunque el mundo fuera destruido en un día si tú estás firmemente agarrado de su amor, nada te faltará.

Si aprendes a cultivar la presencia de Dios en tu corazón, ninguna circunstancia te derrotará. Si aprendes a leer su palabra, a guardarla en tu corazón y escuchar su voz cada día, nada podrá robarte la esperanza. Nunca estarás solo, nadie te podrá vencer porque el Señor está a tu lado.

No importan las circunstancias que vengan, siempre tendrás la victoria si confías en Dios. Él tiene el poder para cambiar las cosas que están mal en tu carácter, sanar tus heridas, borrar tu pasado, limpiar tus ojos y darte visión Clara del futuro que tiene para ti. Puede que ahora no tengas todas las cosas claras, pero Dios sí las tiene claras y no te dejará ni te desamparará, sino que te sostendrá de su mano y se glorificará a sí mismo levantándote y restaurándote.

Tu historia no ha terminado, Dios no se ha cansado, la última palabra sobre tu vida la tiene El Señor, y las cosas van a cambiar. No permitas que nada destruya tu esperanza, renuévala todos los días leyendo la Biblia y pasando tiempo a solas con Dios, esta es la habilidad más importante y es la mejor inversión de tiempo que puedes hacer, todo lo demás está en segundo lugar. El éxito en todas las cosas de tu vida depende de tu relación con Dios, tú eres el templo perfecto y has sido creado para conservar la presencia de Dios en tu corazón, así que santifícate y busca a Dios porque ese es el propósito de tu existencia.

Con amor, Alexander Ardila.