EL REGALO DE SU
ESPIRITU
“Mas el que nos hizo
para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu”
2 corintios 5:5
Definitivamente Dios nos
sorprende dándonos regalos: su Palabra, su Hijo Jesús para que viniera a la
cruz, derramara su sangre e hiciera provisión de misericordia y redención para
nuestras vidas; y su Santo Espíritu para que pudiéramos experimentar su
presencia habitando dentro de nosotros, guiándonos, consolándonos, enseñándonos,
y acompañándonos. Y cuando pensamos en todo esto no podemos menos que volcarnos
en adoración y gratitud ante tan preciosos e inmerecidos regalos.
En el capítulo 2 de Joel, el
pueblo había vivido un juicio a raíz de su desobediencia, luego del cual Dios
prometió restituir a su pueblo lo que la oruga, el saltón, el revoltón y la
langosta se habían comido. La tierra había quedado devastada pero el Señor pidió
al pueblo que se arrepintiera y se volviera a Él en ayuno, lloro, clamor y les
prometió:
“Después de esto
derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y
vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán
visiones. Y también sobre los siervos y
sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días”
Joel 2:18-19
Y es allí donde podemos observar
que sus regalos también son generacionales: derramará de su Espíritu y nuestros
hijos e hijas profetizaran. Nuestros hijos no le pertenecen al mundo, aunque haya
habido amenazados de juicio o lo hayan experimentado; El Señor promete que, si
se convierten y arrepienten, Él derramará de su Espíritu sobre ellos. Hay tanta
riqueza en este capítulo… También nos promete que nuestros ancianos soñarán
sueños y nuestros jóvenes verán visiones: el lenguaje de su Santo Espíritu. Y
aún sobre los siervos y siervas. Su bendición es integral sobre todo lo que
somos y representamos.
En la práctica, el Espíritu Santo
nos ayuda a vencer nuestras debilidades y nos da la victoria en la batalla
contra la tentación, además él obra en nosotros el milagro de la transformación
de nuestro ser interior y nuestro carácter por la gracia. Es como nuestro
entrenador personal que nos ayuda y nos dirige en este nuevo y maravilloso
camino de fe.
Con amor, Stella Castro.
Amén y amén
ResponderBorrarEs el Espíritu Santo...el ayudador
ResponderBorrarTodos debemos anhelar esa experiencia real con El.
Amén. Estelita
ResponderBorrarAmén. Estelita
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