ME HACES CANTAR

 


Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos.

SOFONÍAS 3:17


Esta palabra que nos está enseñando el profeta Sofonías nos habla de un Dios que está en medio de cada uno de nosotros. Pero muchas veces, en nuestros procesos, en nuestros desiertos, en nuestras aflicciones, enfermedades y desesperos, clamamos al Padre para que nos ayude, para que nos escuche y nos haga dignos de recibir un milagro… pero cuando no recibimos respuesta y, por el contrario, no pasa nada, solo hay silencio, nuestro pensamiento es que Dios no nos escucha. Podemos pensar tal vez que no somos importantes para Él, o simplemente que los milagros no son para nosotros, o también alcanzamos a dudar de la existencia de Dios. Pero este versículo es un recordatorio del amor y la presencia de Dios en nuestras vidas; dice que Él es poderoso y salvará. Sin embargo, no tenemos la fe para creer y para ver lo que esperamos.

A veces me pregunto: ¿por qué no entendemos cómo es el obrar de Dios? Es simple, porque aunque decimos que lo conocemos, no estamos cerca de Él. Sabemos quién es y lo que ha hecho, leemos acerca de sus obras, oramos cuando necesitamos algo, o tenemos una cristiandad de domingo; pero eso es todo. No tenemos esa relación diaria con Él, porque ni siquiera sabemos cómo dirigirnos a Él, cómo hablarle. No hemos hecho esa amistad con Él, no le contamos nada, no le preguntamos qué piensa acerca de lo que le estemos compartiendo, no lo involucramos en nuestros negocios, decisiones, sueños, metas, viajes, vacaciones, en nuestros quehaceres diarios, hasta en qué ropa ponernos, es decir, en nuestra cotidianidad, en todo… Así como hacemos con esos amigos que a veces tenemos, esos amigos del alma, esos que saben todo de nosotros y a quienes tomamos parecer, les pedimos consejo, les preguntamos qué harían en determinada situación. Así es como debemos relacionarnos con Él, dándole ese primer lugar en todo, hasta en lo más mínimo. Teniendo esta relación con el Padre, creemos que nos puede salvar de cualquier situación que enfrentemos y tendremos la certeza, es decir, la fe y la paciencia para esperar y confiar en Él. Y por esto, el Señor se complace, se gozará sobre ti con alegría.

Miremos con atención este versículo donde dice “Callará de Amor”: a veces el silencio tiene muchos significados y quiere decir mucho. Pero pensemos en el silencio de Dios cuando más lo necesitamos, cuando queremos que nos ayude… Contrario a lo que pensamos, debemos entender que si tenemos esta relación personal con Él, el Padre Eterno sabe que lo conocemos tan íntimamente y que confiamos en Él hasta el punto de que no dependemos de palabras, que sabemos que Él está trabajando en nosotros y, aunque lo que Él haga no lo entendamos ahora, lo entenderemos después. Y caeremos en su amor, porque nos ama más de lo que las palabras pueden expresar o el corazón humano puede entender. Cuando el Padre calla, es porque sabe que nuestra fe y esperanza están puestas en Él sin importar lo demás, y esto hace que tengamos la convicción y la fuerza para soportar cualquier adversidad.

El silencio de Dios mide y prueba nuestro corazón… ¿Qué hay en tu corazón? La certeza de saber que el Señor está contigo, que eres su hijo amado, y no debes temer mal alguno, que Él te redimió y te compró a través de la sangre de Jesús y que eres suyo, y que Él peleará tus batallas y traerá buenas nuevas. Si es así, no te perturbes cuando Él calla, cuando hay silencio, solo confía en su propósito y no te sueltes de su mano… entonces el Padre se regocijará sobre ti con cánticos.

Que nuestra oración sea tan intensa que toque los atrios del cielo y el trono de la gracia de Dios, pero tan sencilla y diciente que alcance el corazón del Padre.

ELEVEMOS UNA ORACIÓN

Padre, en momentos quiero solo decirte por qué, por qué y por qué… por cada desierto, pero ahí es donde me acuerdo lo que pasaste por la humanidad en la cruz y solo te digo gracias Señor, gracias Dios, porque entregaste a tu hijo por cada uno de nosotros sin condición, sin un porqué, solo para hacernos entender el infinito amor que nos tienes. Gracias, Padre, por llevarme de tu mano así no te sienta, así no te oiga, mi fe me da la certeza de que ahí estás para mí. Te doy gracias, Padre, por cada desierto… al pasarlo, te daré la gloria y la honra, siendo testimonio vivo de mi fe inquebrantable, que es el mejor manantial para levantar a mi familia, a mis hermanos en la fe y aún a personas que transitan en nuestro andar. Que un día salga de su boca: Alguien me hizo creer de nuevo en ti, Señor, sin un porqué…

¡Amén!

Con cariño,

Robinson y Ligia Emma




Comentarios

  1. Gracias tremenda reflexion y si asi es Dios cambia nuestro lamento en baile y su gozo es mi fortaleza

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  2. Amén, en el silencio de Dios también somos formados a esperar por su respuesta y hacer conforme a Su instrucción.

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  3. Que bonita reflexión
    Gracias amados con siervos
    Bendiciones

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