¿FRÍO O CALIENTE?


Conozco tus obras; sé que no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras lo uno o lo otro! Por tanto, como no eres ni frío ni caliente, sino tibio, estoy por vomitarte de mi boca. Dices: 'Soy rico; me he enriquecido y no me hace falta nada'; pero no te das cuenta de que el infeliz y miserable, el pobre, ciego y desnudo eres tú. Por eso te aconsejo que de mí compres oro refinado por el fuego, para que te hagas rico; ropas blancas para que te vistas y cubras tu vergonzosa desnudez; y colirio para que te lo pongas en los ojos y recobres la vista. Yo reprendo y disciplino a todos los que amo. Por lo tanto, sé fervoroso y arrepiéntete. Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo.

Apocalipsis 3:15-20

En este texto, el Señor realiza una descripción de la actitud del corazón "tibio" de aquellos en la iglesia de Laodicea. Las personas de la iglesia ni eran fríos ni calientes en su relación con Dios, solo tibios. ¿Qué es ser agua tibia en la actualidad? Es tener muchas palabras, pero pocas acciones, es decir: “hoy voy a la iglesia, pero el próximo domingo no voy porque ya salí de parte”; es no dar ni el diezmo ni la ofrenda, es tratar mal a tu familia, es reaccionar mal ante cualquier situación.

El agua caliente puede limpiar y purificar; el agua fría puede refrescar y dar vida. Pero el agua tibia no tiene una consecuencia similar a las anteriores. La iglesia entendió la analogía del Señor porque el agua potable de la ciudad llegaba a través de un acueducto desde un manantial a seis millas al sur, y llegaba asquerosamente tibia. El agua de Laodicea no era caliente como las cercanas aguas termales en las que la gente se bañaba, ni era refrescantemente fría para beber. Era tibia, buena para nada. De hecho, era nauseabunda, y esa fue la respuesta del Señor a ellos: los enfermaba, y Él dijo: "Estoy por vomitarte de mi boca" (versículo 16, NVI).

La carta a la iglesia de Laodicea es la más dura de las siete cartas a las iglesias. Por la acusación de sus "obras" en Apocalipsis 3:15; además también Santiago 2:17, en donde dice que la fe sin obras es muerta, por lo tanto, Jesús deja muy claro, que esa es una iglesia muerta. Los miembros de esta iglesia se ven a sí mismos como "ricos" y autosuficientes, pero el Señor los ve como "desventurados, miserables, pobres, ciegos y desnudos" (versículo 17). Su fe tibia era hipócrita; su iglesia estaba llena de cristianos no convertidos y fingidos, básicamente no tenían la revelación de la cruz, no sabían lo que significaba la cruz, no entendían tan gran sacrificio que Jesús hizo por cada uno de nosotros; porque cuando tú tienes la revelación de la cruz, tú comprendes que la tibieza da asco, lo único que quieres es arder por el Espíritu Santo, deseas esa unción, deseas más aceite, más bendición y todo más, más, más... Pero, así como quieres más, deseas servir con todo tu corazón y te conviertes en un siervo fiel; ahora lo único que anhelas es estar en su presencia en todo momento.

Claramente, las obras tibias de estas personas no estaban acordes con la verdadera salvación. Las obras del verdadero creyente serán "calientes" o "frías" es decir, beneficiarán al mundo de alguna manera y reflejarán la pasión espiritual de una vida transformada que solo vive por y para Dios. Las obras tibias, sin embargo, aquellas realizadas sin alegría, sin amor y sobre todo sin ese fuego del Espíritu, hacen daño al mundo que las ve. 

Los tibios son aquellos que afirman conocer a Dios, pero en realidad no lo conocen. Ellos mismos se hacen la idea de un Dios que no existe, que les aprueba todo, que no corrige y que hace todo lo que ellos quieran; viven ignorando su llamado y propósito como si Él no existiera y déjame decirte querido lector, que eso no es Dios... Pueden ir a la iglesia y decir que todo está bien, pero su estado interno es uno de complacencia y autojustificación. Afirman ser cristianos, pero sus corazones no han cambiado, y su hipocresía es desagradable para Dios. 

Ahora puedo ver que yo estuve en un momento de mi vida con esa tibieza, pensando: "Yo aún soy muy joven". Me comprometo, pero no del todo. Iba a la iglesia, pero mi corazón no estaba allí, me decían de una reunión y yo decía, "No, qué pereza ir por allá", y elegía: a esto voy, pero a esto no, siempre en una balanza. Pero de tanto ir obligada por mi mamá, un día deseé ese fuego, dije ¿qué se sentirá en esa vivencia?, ¿qué será tener el Espíritu Santo contigo y tener ese respaldo todo el tiempo?, pero mi corazón estaba endurecido, faltaba que Dios cambiará mi carácter y se revelará a mi vida. 

Finalmente un día cambié mi actitud hacia él, cuando me propuse tener una comunión con Jesús. Sé que cada día debo mejorar mi relación con él, pero a pesar de lo poco que llevo conociéndolo, he logrado ver que él es fiel y que todo es un proceso que no me puedo saltar ya que eso es lo que me forma como persona. Cuando tú abres tu corazón y tienes disposición, puedes ver lo fiel que es Dios. El Señor Jesús es un caballero y no va a entrar a tu vida si tú no decides abrirle la puerta.

Oración: Señor, te doy gracias por lo que has hablado a mi vida el día de hoy, abro la puerta de mi corazón para que tú y solo tú seas mi Señor y Salvador, te pido que escribas mi nombre en el libro de la vida y no lo borres jamás. Quita toda tibieza, revela tu cruz en mi vida, que no vuelva a ser el mismo de ayer, ayúdame a hoy ser mejor que ayer y mañana mejor que hoy. Que yo pueda reflejar el fuego del Espíritu Santo para influenciar multitudes con el amor de Dios y ser luz y sal en este mundo, en el nombre de Cristo Jesús, amén y amén. 

Con amor, Dayanna Molina.



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