Intercede para que tengan un corazón dispuesto
Intercede para que tengan un corazón dispuesto
El corazón es como ese cuarto de la casa donde metemos todo lo que no sabemos dónde guardar. A simple vista, uno cierra la puerta y dice: “¡Todo está ordenado!”… pero cuando la abres, saltan las cajas, las bolsas y hasta el balón desinflado que no usas desde el colegio.
Así somos muchas veces delante de Dios. Por fuera aparentamos que todo está bien: sonrisas, frases espirituales y hasta el “Dios te bendiga” bien ensayado. Pero por dentro, nuestro corazón puede estar lleno de orgullo, heridas, falta de perdón o simplemente desinterés. Y ojo: Dios no se deja engañar por la fachada; Él va directo al cuarto del desastre.
Por eso Jeremías 24:7 es tan poderoso: Dios promete darnos un corazón nuevo. Un corazón que no solo sepa quién es Él, sino que quiera buscarle de verdad. Porque el cambio real empieza ahí, en lo profundo. No en la lista de propósitos de año nuevo, ni en el “ahora sí me porto bien”. Empieza cuando dejamos que Dios meta mano en ese lugar secreto que nadie más ve.
Y aquí es donde entra nuestra misión como intercesores. No podemos cambiar a las personas a punta de regaños o sermones de tres horas (aunque algunos lo intenten ). Lo que sí podemos hacer es orar para que Dios despierte en ellos el deseo genuino de buscarle. Que Él encienda esa chispa que luego se convierte en un fuego imparable.
Aplicación práctica
Ora con nombre propio: haz una lista pequeña de personas por las que vas a interceder. Nada de “bendice al mundo”, sino “Señor, toca a Juan, a Ana, a mi jefe que siempre está bravo…”
Confía en que Dios obra: tú no eres el Espíritu Santo. Tu tarea es orar y amar; la de Él es transformar.
Hazlo con fe (y paciencia): a veces Dios tarda un poquito (como el WiFi lento), pero nunca deja a medias lo que empieza.
Oración
Señor, pon en nosotros un corazón sensible, capaz de reconocerte y amarte. Y te pedimos especialmente por quienes amamos: despierta en ellos hambre de Ti. Toca sus corazones, quiebra la dureza y reemplázala con un deseo genuino de buscar tu rostro.
Que ninguno se quede en la superficie, sino que se sumerjan en tu amor. Y cuando Tú cambias sus corazones, Señor, sabemos que lo demás (conducta, decisiones, actitudes) vendrá por añadidura.
Amén.
Para pensar:
Si el corazón es el motor de nuestra vida, ¿qué tan afinado está el tuyo? ¿Necesita un simple ajuste, o un cambio completo de repuestos? Lo bueno es que Dios es el mejor mecánico: no te cobra la mano de obra, y siempre te entrega garantía de por vida.
Esteban Babativa

Dios el que cambia y transforma
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