PREDICANDO EL EVANGELIO

  



"Porque si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!"

— 1 Corintios 9:16


Predicar el evangelio no es una opción, es un mandato y un privilegio. Jesús mismo dijo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15). No se trata solo de los pastores o líderes, sino de todos los que hemos sido alcanzados por su amor.

A veces pensamos que evangelizar significa pararse en una esquina con un micrófono, pero en realidad comienza con un corazón dispuesto a compartir a Cristo en lo cotidiano: en la familia, en el trabajo, en una conversación con un amigo, o incluso con un acto de amor hacia un desconocido.

Cuando guardamos en silencio la verdad del evangelio, negamos a otros la oportunidad de conocer al único que puede salvar, sanar y dar vida eterna. El apóstol Pablo lo entendía tan profundamente que exclamó: “¡Ay de mí si no anunciare el evangelio!”. Él sentía la urgencia de llevar las buenas nuevas, porque sabía que el tiempo es corto y que cada vida cuenta.

Hoy, Dios nos recuerda que el evangelio no es solo palabras, sino poder de Dios para salvación. Predicar no es una carga, es un honor. Es llevar esperanza a los que están en tinieblas, vida a los que están muertos en pecado, y amor a los que se sienten solos.

¿Estoy aprovechando cada oportunidad que Dios me da para hablar de Jesús? ¿O estoy callando por miedo o vergüenza?

🙏 Oración:

Señor, gracias por la salvación que me has dado en Cristo. Dame la valentía y la sensibilidad para hablar de tu amor en todo lugar. Que mi vida sea un testimonio vivo y que cada palabra que comparta acerque a otros a Ti. Amén.


Con cariño, Leidy Espitia 




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