MANTÉN UN ESPÍRITU DE UNIDAD

“¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!” 

(Salmos 133:1)

La unidad es un regalo que fortalece cualquier relación: en la familia, en la iglesia o en el trabajo, etc. Cuando elegimos caminar en armonía, la presencia de Dios se manifiesta de una manera especial, pero la unidad no es automática: requiere un corazón dispuesto a perdonar, a dejar de lado la crítica y a sembrar palabras que edifiquen en lugar de dividir.

Uno de estos días, en discipulado con mi líder, escuché algo que me hizo reflexionar: “Perdonar no es solo decirlo con palabras, sino hacerlo de corazón. Es entender que la otra persona puede volver a fallar, pero aun así decido perdonar, tal como hace Jesús.” Esa enseñanza me recordó lo que dice la Biblia: Jesús nos llama a perdonar de la misma manera que Él nos perdona, con amor sincero y sin poner condiciones (Mateo 18:21-22).

La falta de unidad desgasta, mientras que un espíritu de paz y amor abre las puertas para que Dios actúe. Cada vez que decidimos dar un paso hacia la reconciliación, estamos diciendo: “Señor, prefiero agradarte a ti antes que alimentar mi orgullo.”

Yo solía discutir constantemente con mi familia. Cada pequeño desacuerdo se convertía en una pelea que nos alejaba cada vez más, en ocasiones, eran peleas por situaciones sin sentido.  

Sin embargo, cuando entendí que Dios se mueve en medio de la unidad, decidí cambiar mi actitud. Empecé a orar por paciencia, a callar cuando antes respondía con enojo y a sembrar palabras de paz. Poco a poco todo fue cambiando: hoy nuestras conversaciones son más sanas, reímos juntos y hemos recuperado la cercanía que parecía perdida. Todo fue posible porque aprendí a confiar en Dios y a dejar que su presencia reinara en medio de nosotros.

Me encantaría que hicieras algo que me ha ayudado, te animo a que apartes junto a tu familia, un momento a la semana para sentarse y hablar con sinceridad. No se trata solo de compartir lo bonito, sino también de abrirse mutuamente, expresar lo que sienten y escucharse con respeto. Una vez leí que entre más conversaciones difíciles e incómodas tengamos, más se fortalece la relación. Y es verdad: esos espacios de apertura, guiados por Dios, nos ayudan a crecer en unidad, a sanar heridas y a comunicarnos desde el amor.

Con amor, Ashley Ávila.