FIEL A LA PALABRA

“Durante la fiesta, Jesús entró en el templo y empezó a enseñar. Los jefes judíos estaban asombrados, y decían entre ellos: ¿Cómo es que este sabe tantas cosas, si nunca ha estudiado? Jesús les contestó: Yo no invento lo que enseño. Dios me envió y me ha dicho lo que debo enseñar. Si alguien quiere obedecer a Dios, podrá saber si yo enseño lo que Dios ordena, o si hablo por mi propia cuenta. Quien habla por su propia cuenta solo quiere que la gente lo admire. Pero yo solo deseo que mi Padre, que me envió, reciba el honor que le corresponde; por eso siempre digo la verdad”
Juan 7 14:18

Ser fieles a las Escrituras va mucho más allá de leer la Biblia; implica practicar la obediencia, vivir conforme a la Palabra, entender el poder que hay en ella y, sobre todo, confiar plenamente en Dios.

Cuando decimos que somos fieles a la Palabra, debemos procurar estar llenos del Espíritu Santo. Solo así nuestro cuerpo se convierte en el templo donde mora el Señor, y podemos llevar palabra de salvación a quienes aún no lo conocen.

En el versículo 15, la Escritura nos muestra que Jesús no estudió en escuelas o universidades, y aun así tenía una sabiduría que asombraba a todos. Esto nos enseña que cuando una persona se despoja de su ego y de su propio entendimiento, permitiendo que el Espíritu Santo dirija su vida, recibe sabiduría divina.

La pregunta es: ¿Tienes la fe suficiente para creer que cada palabra que sale de tu boca puede hacerse realidad?

Y es que las palabras que hablamos, cuando vienen del Espíritu, no son carnales sino espirituales. En Romanos 8:11 se nos recuerda que:

 “Si el Espíritu de Aquel que levantó a Jesús de entre los muertos mora en nosotros, también vivificará nuestros cuerpos mortales”.

Esto significa que la misma presencia que obró poderosamente en Cristo está disponible para transformar nuestras vidas. No tendría sentido hablar palabras vacías, sin fe ni autoridad espiritual, pero cuando nuestra boca se llena de la palabra de Dios, cada declaración cobra poder y propósito.

Hoy quiero compartirles una palabra que marcó mi vida: Josué 10:12, cuando Josué pidió a Dios que detuviera el sol. Humanamente parecía imposible, pero este hombre tenía una relación tan profunda y sincera con el Señor, que se atrevió a hablar con autoridad, confiando plenamente en Su poder.

Queridos lectores, no conozco las batallas que estén enfrentando ni los momentos difíciles que atraviesan, pero quiero animarlos a aferrarse a las promesas de Dios. Su Palabra es viva, fiel y poderosa para sostenernos aun en medio de la prueba.

Algo que siempre guardo en mi corazón y repito cada día es: 

“El gozo del Señor es mi fortaleza, y Su Palabra me da vida. Me renueva, me da fuerzas para seguir perseverando en Él y seguir creyendo en Sus promesas.”

Con cariño Alvaro y Hasbleidy Piza



Comentarios

  1. Que blog poderoso amiguitos de la fe. Creer declarando la palabra de Dios todo el tiempo sin desmayar

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