PURO Y SEPARADO PARA DIOS

 

[Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, [26] para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, [27] a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.

Efesios 5:25–27

Hay mucho ruido últimamente, ¿no lo han notado? Y no hablo del ruido físico, aunque también hay mucha contaminación auditiva en nuestra época. Hablo del ruido en el alma, hablo de las distracciones que no nos permiten ver lo eterno y de lo fácil que es perder de vista la razón por la que fuimos llamados por Dios.

Desde hace un tiempo he estado meditando mucho en la idea de podernos detener entre tantas ocupaciones, pero no para ver una película o satisfacer esa vana necesidad de “descansar” haciendo nada. ¡No! He meditado en la necesidad de detenerme y acercarme a Dios, y durante esta cercanía he podido comprender su propósito en mí. He aprendido a soñar y conquistar, con sus promesas, los miedos de mi corazón, porque para que primero podamos conquistar exteriormente, debemos enaltecer la voz de Dios en nuestros corazones y creer en su propósito.

Ahora bien, volviendo al asunto de este blog y alineándolo con los tiempos de meditación que les comentaba, he aprendido a entender un poco más la santidad, y no como una regla o como un requisito para ser prosperado, porque al final eso convertiría mi fe y relación con Dios en una simple transacción, en donde yo no me permito pensar en cosas incorrectas (aunque eso no necesariamente es la santidad), y Él me da los anhelos de mi corazón. NO, y un NO muy grande. He entendido que la santidad me permite conocerlo aún más, enamorarme más de Él. ¿Te has deleitado tanto en Él que no quieres que el tiempo de oración termine? Bueno, imagínate eso y aún más, con mayor intensidad, porque la santidad que desarrollas y que construyes día a día te permite ser más cercano a Dios.

La santidad fue la llave para que yo pudiera sanar. Sé que la gracia y la sangre de Jesús nos han libertado del pecado, pero en la santidad yo he podido sanar y ser restaurado, porque allí Dios me ha revelado heridas, miedos, fracasos, sueños y propósitos que simplemente mi corazón había ignorado o nunca escuchado. Pero solo ahí, en los momentos en donde confluyen la santidad y la intimidad con Dios, me han sido revelados.

El Salmo 37:4 siempre me ha gustado, porque habla del deleite en el Señor y cómo, a partir de eso, Él concederá los anhelos de mi corazón. Pero me he preguntado: ¿cómo puede mi alma y espíritu satisfacerse en el Señor? Y he llegado a la conclusión de que solo a través de la santidad, porque en ella logro entrar en intimidad con el Padre.

Y una vez entramos en esa intimidad mediante la santidad, logramos entender que somos puros y separados. Entendemos que fuimos predestinados en Cristo Jesús para vivir una vida que agrade el corazón del Padre, comprendiendo que la santidad nos permite amar aún más a Dios, pero ya no como una obligación o carga, sino como un deleite.

Si con el tiempo has pensado que la santidad no es tan importante, de seguro aún no amas a Dios tanto como Él quiere, porque aquel que lo ama en el fondo de su corazón anhela mayor santidad para estar más cerca de Él.

Y si en tu corazón Dios ha despertado ese deseo de buscarlo, mi consejo es que puedas vivir separado y puro para Él, es decir, en una búsqueda constante de vivir en santidad para acercarte a Él.

Nuestra mayor batalla hoy, con tanto ruido y distracciones, es vivir en santidad, y te invito a que podamos ganar esa batalla viviendo en santidad.


Un fuerte abrazo,Felipe Mercado

 



Comentarios

  1. La comunión diaria con Dios nos permite cada vez ser mejores. 😊

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  2. Amén!! Buscarle cada día hace que yo sea más consciente de mi condición y que anhele cada vez más su presencia.

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