SU JUSTICIA, NO LA NUESTRA
Salmo 58:1-11
"¿Acaso ustedes, gobernantes, proclaman la justicia y juzgan con rectitud a los seres humanos? ¡No! Ustedes a plena conciencia cometen injusticias, y la violencia de sus manos se esparce en el país… Ciertamente los justos son recompensados; ciertamente hay un Dios que juzga en la tierra."
1. Ser conscientes del mundo en que vivimos:
Parece que David está describiendo nuestra situación actual: líderes corruptos, injusticia extendida, violencia que se multiplica y mentiras que nacen desde el corazón humano.
Sabemos que nada de esto es nuevo; el pecado ha estado presente desde el inicio; pero Dios nos llama a no ser ingenuos.
Vivimos en un mundo caído por el pecado; y como hijos de Dios debemos discernir la realidad: no todos los que hablan de justicia la practican; debemos vivir sin ceguera espiritual, sabiendo que la maldad existe, pero también que Dios sigue en control.
2. ¿Qué estás haciendo para ser justo ante Dios?
La pregunta es personal: ¿cómo estoy viviendo yo? No se trata solo de criticar la injusticia ajena, sino de examinar mi propio corazón.
¿Estoy actuando con integridad?
¿Soy justo en lo pequeño y lo grande?
¿Mis decisiones reflejan la justicia de Dios o mi conveniencia personal?
La Biblia enseña que la verdadera justicia no nace de nosotros, sino de Dios.
Caminar en rectitud es elegir cada día obedecerle, aunque sea difícil, aunque el mundo elija lo contrario.
3. La recompensa vendrá
El salmista termina con esperanza: “Ciertamente los justos son recompensados”. Aunque muchas veces parezca que los malvados prosperan y los justos sufren, Dios no olvida a los que le son fieles, lo podemos ver en la historia de Job.
La justicia de Dios puede tardar desde nuestra perspectiva, pero nunca falla; la recompensa no siempre se verá en lo material o inmediato, sino en la salvación eterna y en la certeza de que el juez de toda la tierra hará lo correcto.
Oración:
Señor, ayúdame a no conformarme con la injusticia de este mundo. Dame un corazón sensible a tu verdad, para vivir con rectitud delante de ti. Que mi confianza no esté en lo que yo puedo hacer, sino en tu justicia eterna. Amén.
Con amor, David Bermúdez Rodríguez.

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