NACER, MORIR, RESUCITAR

 “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.”

Juan 1.14

No se sabe la fecha real cuando nació Jesús, pero por tradición siempre se celebra finalizando el año (diciembre). Sin embargo, el mundo no sabe que Dios envió a su único Hijo para que diera su vida por nosotros.

 Hoy vivimos en un mundo lleno de estrés, problemas familiares, ansiedad, violencia y necesidades. Pero hay una realidad: Jesús pasó por este mundo por momentos complicados; siendo hombre experimentó el rechazo, el llanto, fue feliz, vivió la amistad y también la traición, en otras palabras, vivió como uno de nosotros, pero sin pecar. Por eso debemos acercarnos a Él con confianza, aunque sintamos que Él está lejos o que no entiende nuestras necesidades pues Jesús vino a esta tierra a mostrarnos que Él es un Dios vivo y que realmente le importamos.

 En este tiempo de confusión, cuando nos dejamos guiar por el enemigo, nos llena de temores y trae confusión a nuestras mentes, haciéndonos creer que nuestras fuerzas se agotan. Pero cuando practicamos la oración y estudiamos la Palabra con más intensidad y permanecemos activos en la intimidad con Dios, Él nos habla y restaura cada área de nuestra vida: matrimonio, familia, universidad, finanzas, incluso nuestras emociones y nuestra vida diaria.

 La gloria de Dios no es solo una luz o un milagro. La podemos ver en cada cosa que experimentamos: la transformación de nuestras vidas, el perdón, la restauración familiar, la fortaleza cuando pasamos por momentos difíciles, la paz cuando nuestro carácter es transformado y vemos lo que Jesús hizo por nosotros… y lo que hace hoy por nosotros.

 Testimonio

Antes de conocer a Jesús viví en un hogar destruido; tenía baja autoestima pues fui maltratada física y emocionalmente. No tenía amor propio, por tanto, normalizaba todo lo que me sucedía. Mis tres hijas mayores sufrieron lo mismo, porque también fueron maltratadas.

Cuando conocí a mi esposo, con 14 años de diferencia de edad, ninguno de los dos iba a la iglesia ni conocíamos de Jesús y la diferencia de edades se veía como un obstáculo. Él me dijo que debíamos ir a buscar de Dios. Fuimos obedientes, y ahí vimos el respaldo del Señor en nuestras vidas, porque ya llevamos 25 años de matrimonio llenos de pruebas y obstáculos, pero en Dios aprendimos la obediencia y el poder de Jesús, poniéndolo en primer lugar en nuestras vidas. Ahora vivimos gozosos, y disfrutamos de cada día, venga como venga.

 Oración

Señor, gracias por mi familia y por este año que termina. Gracias por tu cuidado, por tu amor y por cada momento que vivimos bajo tu mano. Te entrego lo que viene, confiada en tus bendiciones, en tu paz y en tu amor.

Amén.

Con amor, Marta Beltrán.



Comentarios

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog