NUESTRO SALVADOR

 

“Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor

Lucas 2:11

 

Es increíble ver el número de personas que se acercan a Dios buscando un milagro financiero, familiar, o de salud, y cómo, cuando esos milagros no suceden, se sienten decepcionados por Dios, ignorando el hecho de que ya existe un primer milagro y es su salvación.

 

Uno de los mayores retos que tenemos los líderes es rogar porque el Espíritu Santo pueda manifestarse en nuestras vidas respecto de la enseñanza y revelación de que Jesús es nuestro salvador. Entender esto resulta un reto sumamente importante, ya que estructura el cristianismo en sí. Sin el reconocimiento y la revelación a cada persona de que Jesús es su Salvador y el alto precio que pagó en la cruz, el cristianismo no tendría vida.

 

Entender que éramos pecadores y que Jesús tomó nuestro lugar aún sin merecerlo, aún sin que le conociéramos, aún sin que tuviéramos algún mérito humano, establece un fundamento que permite a cada persona valorar la muerte y resurrección de Jesús. El Señor no solamente perdona nuestro pasado, sino que también lleva nuestras cargas y debilidades, esas que solamente Jesús puede tomar para terminar la construcción de nuestras vidas.

 

Es por esto, que lo primero que debemos identificar en nuestras vidas son dos cosas:

 

La primera, es poder preguntarnos si identificamos a Jesús como nuestro Salvador, si logramos entender lo sucedido en la cruz. Si no es así, debemos pedirle al Espíritu Santo que podamos tener la revelación de la Cruz, con el objetivo de poder ver a Jesús como nuestro Salvador.

 

 Si logramos ver a Jesús como nuestro salvador, ahora es nuestra responsabilidad transmitir esta revelación, y solo lo podemos hacer con el Espíritu Santo, por lo cual, si tienes un grupo de oración o una célula, debes orar para que ellos puedan entender la revelación de la Cruz, y que Jesús pueda establecerse en cada persona como su Salvador.

 

Finalmente, solo puedo decirte que cuando logré descubrir y ver a Jesús en la Cruz, mi relación con Dios cambió radicalmente, lo amé profundamente, entendí el sacrificio y que yo no merecía su muerte, a mi favor. Ver sus ojos en aquella Cruz me cambió la vida.

 

Un abrazo gigante, espero puedas conocer a Jesús.

 

Con amor, Felipe Mercado.



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