NO TE DEJARÉ… NUNCA

 

HIJOS DE DIOS, COHEREDEROS CON CRISTO

“Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones, Y como posesión tuya los confines de la tierra”

 

Como cristianos sabemos que Jesús es el hijo de Dios, que venció la muerte, que es el cumplimiento de las promesas que se habían anunciado desde el principio de los tiempos, que es la razón de nuestra fe, que por nuestra fe en Él somos justificados, y que por su sacrificio en la cruz del calvario tenemos perdón de pecados.

Pero en los tiempos en que Jesús vivió como hombre y dejó tantas enseñanzas, sanó tantos enfermos, perdonó pecados, anunció su muerte y su resurrección, nadie podía comprender toda su grandeza, ni aun sus más cercanos. Inclusive fue condenado a muerte por blasfemo, por declarar que Él era el mesías, el Hijo de Dios. Cuando Jesús murió en la cruz y resucitó, se publicó el decreto de que Cristo es el Hijo de Dios, como está escrito en Hebreos 1:2: “En estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo”

Así como en los tiempos de Josué, los reyes de los cananeos y de los amorreos desfallecieron en su corazón, porque oyeron que Dios estaba con el pueblo de Israel, pues les permitió cruzar por las aguas del Jordán en seco, los enemigos que se han levantado en contra de nosotros que somos los hijos de Dios, serán vencidos. Como está escrito en Apocalipsis 2:26-28 “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre; y le daré la estrella de la mañana”.

Me impacta lo que dice en Filipenses 6:8, que Jesús siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios, sino que, en su condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte. Y en Hebreos 5:7 dice que Cristo, en los días de su carne, ofrecía ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, y fue oído a causa de su temor reverente. ¿Qué podemos aprender de la naturaleza de Jesús como hombre?

1. Obediencia: Sabía que tenía un propósito que cumplir en esta tierra y fue fiel a su llamado hasta el final, que la muerte en la cruz era algo muy terrible, pero sabía que sería la puerta de entrada para la salvación y se entregó a sí mismo por amor a la humanidad.

2. Humillación: Jesús padeció no solo al momento de su muerte sino en muchos otros momentos, así como todos hemos padecido en medio de dificultades, pruebas, dolor, enfermedad, escasez y cualquier tipo de tribulación. Pero dice la palabra que Él clamó y suplicó al único que lo podía librar de la muerte que era su Padre y fue oído.

En el día en el que escribo este Blog devocional estuve orando y pensando que por la misericordia de Dios y por su voluntad tendré poco más de treinta años en esta tierra y he lamentado mucho las cosas que por diversos motivos no alcancé hasta hoy. Pero el Señor trajo a mi memoria esta palabra: “Que no es tarde para recibir todo lo que Dios ha preparado para mí, que puedo pedir con confianza, por cuanto entiendo el principio de la obediencia, y que cada día debo crucificar mi carne ya que he resucitado para buenas obras”.

En este tiempo determiné hacer un ayuno por 40 días en el que me he humillado ante la presencia de Dios sabiendo que Él es único que puede librarme de cualquier ligadura de muerte, y en su poder venceré a todos esos enemigos que me han hecho frente para impedirme alcanzar todo lo que El Señor me ha prometido.

Si hoy necesitas fe para creer que tu milagro puede ser posible, aun a pesar del tiempo, y de las circunstancias, oro para que recibas esa fe y vivas libre de todo yugo y peso de esclavitud para ser fiel hasta el final. Yo creo que todos tus enemigos son vencidos y que tu autoridad ha sido restaurada para que todo lo que pidas en oración, lo recibas, aún más allá de lo que puedas imaginar. “Y, si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues, si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria” Romanos 8:17.

Con amor, Martha Liliana Castañeda.