NO TE DEJARÉ… NUNCA

 

TE DARÉ ALAS

“Pacientemente esperé a Jehová,

Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor.

Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso;

Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos”

Salmo: 40:1-2

 

En este salmo 40, David no nos dice si la situación por la que estaba atravesando era fruto del pecado o un ataque del enemigo, nos dice que estaba dentro del hoyo de destrucción, en el lodo cenagoso.

 En algún momento de prueba, hemos experimentando situaciones parecidas, metidos en el pozo de la desesperación, aparentemente sin tener piso en donde apoyar nuestros pies, moviéndonos para salir, pero hundiéndonos más, sin poder hacer nada humanamente para salir de allí.

 Estas son algunas cosas que nos pueden conducir al pozo de la desesperación o al lodo cenagoso:

 *Como fruto de nuestro pecado

*Decisiones tomadas independientemente de la voluntad de Dios.

*Una enfermedad incapacitante.

*Frustración o derrota.

*Hijos en rebeldía.

*Pocos recursos financieros.

 ¿Qué podemos hacer?

 Lo primero que hizo David fue poner su esperanza en Dios, pues estaba seguro de tenerlo a su lado.

 “Aunque afligido yo y necesitado, Jehová pensará en mí.

Mi ayuda y mi libertador eres tú; Dios mío, no te tardes.”

Salmo 40:17

 Recordemos que el Espíritu Santo es soberano y tiene un plan para nosotros, debemos esperar pacientemente en él, pues no seremos avergonzados.

 Al igual que David, solamente debemos confiar en Dios para ser liberados de nuestra situación, no debemos confiar en nada ni en nadie más, solo en él. No hay plan B.

El clamor a Dios es una disciplina activa hasta recibir su respuesta. En un momento de dolor es muy fácil expresarnos a través de la queja o pidiendo consejo de los que nos rodean. Pero David ¡Clamó a Dios, y él lo oyó!, Y esto es diferente, primero, porque permitimos que El Señor se glorifique en nuestra vida y segundo, porque después de hacerlo sentimos paz y tranquilidad de que seremos guiados hacia la salida del pozo.

Hay que poner acción a nuestra fe, es decir: seguir trabajando, seguir cuidándonos, seguir perseverando.

 David recibió la respuesta de Dios, vio su gran misericordia pues El Señor lo liberó, lo sacó y lo colocó sobre la roca. También a nosotros nos afirmará en nuestros pasos y estabilizará nuestras almas que posiblemente estén llenas de turbulencia.

Satanás nos acusará cuando estemos atrapados en el pecado, en el hoyo de la desesperación, hundidos en el lodo cenagoso. Pero el Espíritu Santo con ternura nos redargüirá y nos llevará al arrepentimiento y a partir de ese momento empezará una nueva etapa en nuestra vida, disfrutaremos de una vida en abundancia, pues usará todo quebranto a nuestro favor, como una experiencia para edificarnos.

 Nuestra victoria está asegurada en él.

Oración: Señor, te pedimos que hoy sea un día de salvación, y que los que no te conocen puedan poner su confianza en ti Jesús, pues tu eres nuestra roca por la eternidad, ¡Te amamos Jesús!

 Con amor, Flor Marina Cortés.