ENTREGAS
La Biblia, además de revelar el carácter de Dios,
hace visibles, en cada una de las historias relatadas, principios del Reino de
los cielos. Uno de ellos, la renuncia.
Abraham, puede decirse, fue uno de los primeros que
experimentó el poder de la renuncia; él recibió la promesa, después de una
larga y ardua espera, y el Señor le dijo “toma
a tu hijo único… y ofrécelo allí en holocausto”. Job también transitó por
ese camino cuando mataron a sus criados y murieron sus hijos e hijas. Jocabed
sintió el peso de la renuncia luego de que, ante la imposibilidad de ocultarlo
por más tiempo y con todos los riesgos, tomó un canasto y puso adentro a quien
después fue llamado Moisés. Ana dedicó a Samuel al Señor, lo llevó al templo y
se lo entregó al sacerdote Elí, aun cuando no había tenido hijos previamente y
había llorado por ello abundantemente.
Así, podríamos continuar a lo largo de cada libro y
personaje descrito en las escrituras, y, de todas formas, el culmen de este
principio se refleja en el verso ampliamente conocido de Juan 3:16 “porque de tal manera amó Dios al mundo, que
ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda,
más tenga vida eterna”. Incluso, el diablo no desconoce este poder, porque,
cuando Jesús fue tentado por éste, una vez le mostró todos los reinos del mundo
y lo que tenía, le dijo que renunciaba a ellos y se los entregaba si ÉL
postrado lo adoraba.
La entrega de los seres que amamos o, mejor, la
renuncia voluntaria de aquello que se tiene o se puede tener para darlo al
Todopoderoso, es un acto de dádiva, siembra y sacrificio que hacemos por amor,
obediencia y fe en Aquel que todo lo llena en todo; no esperando algo a cambio,
sino levantando en alto una ofrenda que se puede titular “amo a Dios con todo mi corazón, alma, mente y fuerzas, y, por ello, le
entregare todo lo que él me pida”.
Ahora, esa acción tiene como efecto las bendiciones
portentosas del cielo. Abraham renunció a su único hijo y recibió una nación
grande; Job abandonó su facultad de reprochar y cuestionar la voluntad de Dios
y fue bendecido su estado postrer más que el primero, tuvo siete hijos y tres
hijas, y vio a sus hijos hasta la cuarta generación; Jocabed dejó en aquella
cesta a su hijo y, seguidamente, vio a un líder en la corte del Faraón que
luego Dios levantó como profeta; Ana entregó y dedicó su hijo a Dios, fue visitada
por Jehová, concibió tres hijos y dos hijas, y vio como Dios llamó a Samuel
Juez y profeta de Israel.
Si Dios te ha pedido o has entregado a tus seres
queridos, recuerda que no eres el único y que, en medio del dolor y la
aflicción propia de cada entrega, sale un cántico y una declaración de amor a
Dios, quien no nos dejará solos y tiene el poder de sanar nuestro corazón,
vendarlo echándole aceite, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en
lugar del espíritu angustiado y, por supuesto, de darnos y hacer muchísimo más
de lo que pedimos e imaginamos.
Con amor, Karen Leal.
Gracias por recordarme lo que una ofrenda de amor al cielo del ser amado representa en la eternidad
ResponderBorrarQue enseñanza tan linda “ el poder de la renuncia” Dios siempre nos va a llevar a morir, renunciar y que lo pongamos en primer lugar.
ResponderBorrarJuan Sebastián Jaimes
Asombrosa palabra Karen, el Señor nos ha llamado a entregar lo más valioso que hay en nuestro corazón por amor a Él y confianza en lo que ha prometido. Es el principio del Reino en que el mismo Padre renunció a su hijo para que nosotros pudieramos recibir la gracia. Bendiciones
ResponderBorrarAmén y amén
ResponderBorrarUna palabra que nos recuerda y enseña el amor ausente de egoísmo, que se enfoca principalmente en Dios, quien es la plenitud de nuestra vida entregando todo de mí para él.
ResponderBorrarMuchas gracias amiga.
Nancy D.
Amén amén gracias
ResponderBorrarAquí es donde vemos la sabiduría sobré natural de DIOS.
ResponderBorrarÉl nos dará más de lo que nosotros podemos dar.