“Y
yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia;
y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.”
— Mateo 16:18 (RVR1960)
Cuando pensamos en un
líder espiritual, a menudo imaginamos a alguien fuerte, constante y sin fallas.
Sin embargo, la historia de Pedro nos muestra que Dios no elige líderes
perfectos, sino corazones dispuestos a ser transformados.
Pensando en la vida
de Pedro, recuerdo cómo he podido ver la fidelidad, la bondad y las
misericordias de Dios en mi propia historia. Pedro fue llamado mientras
pescaba; era apasionado, valiente y también impulsivo. Fue el primero en
lanzarse al agua para ir hacia Jesús, pero también el primero en hundirse por
falta de fe.
Y cuántos de nosotros
podemos identificarnos con Pedro: siendo impulsivos, actuando por emoción, por
vista y no por fe.
Varios años atrás
tuve el privilegio de que el Señor me trajera con sus lazos de amor. Quizás, al
igual que Pedro, mi vida no estaba en orden. Vivía sin propósito, buscando
agradar a los demás, sintiéndome vacía. Estaba acompañada, pero en realidad,
sola. Con una tristeza profunda en mi ser.
Pero cuando su amor y
su Espíritu Santo me trajeron de nuevo a su camino, todo cambió. Mi vida tuvo
un nuevo sentido. El Señor me dio otra oportunidad. Pude ver que Él tenía un
propósito para mí. He visto cómo Él me ha levantado y sostenido cada día, para
ser luz en mi familia, en mi hogar, en mi trabajo.
Y aunque, como Pedro,
a veces me hundo por falta de fe, Dios siempre está ahí: a través de su
Palabra, una prédica, o una oración que sostiene mi mano, limpia mis lágrimas y
vuelve a enderezar mis pasos. Él aviva en mí la llama de su amor que tanto
necesito para continuar creyendo y perseverando en su voluntad.
Dios permite que
cometamos errores. Él mismo nos corrige, y ese proceso nos forma. No tendremos
un liderazgo perfecto, pero si nos arrepentimos, si somos obedientes y tenemos
un corazón dispuesto, Él siempre nos sostendrá.
El liderazgo real
nace del quebranto, del perdón y de la perseverancia. Hoy, el Señor nos
recuerda que no debemos rendirnos cuando fallamos, sino que debemos levantarnos
con fe.
Gracias a Dios por su
amor inagotable, por cada promesa que nos da. Dios puede usarnos a pesar de
nuestras caídas, si estamos dispuestos a ser restaurados.
“El
justo cae siete veces, y vuelve a levantarse.”
Proverbios 24:16
Oración final:
Señor, gracias por
levantarme cuando caigo, por mirarme con amor aun cuando niego tu presencia con
mis actos. Hazme firme como Pedro, apasionada por tu llamado, valiente en la fe
y perseverante en tu voluntad. Amén.
Con amor Juliana
Sanchez
Buenos días sobrina hermosa
ResponderBorrarBella reflexión un hermoso mensaje de reflexión y si dios restaura vidas
Amén y dios nos siga bendiciendo en todo momento
El Señor es nuestra razón, nuestro aliento, nuestra compañía. Sin él no podríamos existir. Su gran amor nos nutre y su compañía nos sostiene.
ResponderBorrarGracias Juli muy bella reflexión. 🕊🌹🩸
Algún día quiero ser tan fiel como tú, gracias por ser nuestra inspiración ❤️🩹 MP
ResponderBorrarAsí es y así sera
ResponderBorrarLa vida de Pedro nos recuerda que Dios no busca perfección, sino corazones dispuestos a ser transformados. Aun en medio de nuestras caídas, Su gracia nos levanta y fortalece. El verdadero liderazgo nace del quebranto y la restauración. Si seguimos confiando, Él cumplirá Su propósito en nosotros. Excelente blog 👏👏👏❤️
ResponderBorrarEn nuestra debilidad Dios se glorifica
ResponderBorrar🥹❤️ Gracias por tu mensaje, es tan increíble como Dios cambió tu vida y como inspiras las nuestras 🩷
ResponderBorrar