LA VISION NACE EN EL CORAZON DE DIOS

 

“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;”

Mateo 28:19

 

Es maravilloso ver cómo Jesús es el ejemplo perfecto de maestro, que nos lleva a ver lo que realmente es el vivir la misión que nos ha dado; pero más que eso, verlo como autor y pionero de esta gran misión: Hacer discípulos en todas las naciones por medio de su modelo de vida, e impactar al mundo.

Al profundizar en este pasaje tan conocido, es asombroso lo que Jesús declara allí. Inicia enseñando su autoridad al decir “id” (no era un favor lo que pedía). ¿Y a quiénes encomendó esta tarea? A sus discípulos, quienes a su vez harían discípulos. Sí, a esos discípulos imperfectos, pero formados y acompañados por el poder de Dios.

Entonces, ¿Quiénes irían? Iría Juan, el que en algún momento pensó en pedir fuego del cielo para quemar a los malos, y también Iría Pedro, el impulsivo e irritable quien llegó a cortar la oreja del soldado, y que, hasta negó a Jesús; e iría Tomás, quien, aun habiendo vivido una amistad cercana con Jesús, necesitó tocar sus cicatrices para creer. Sí, esos mismos fueron los enviados y no sólo ellos, nosotros también; ¿Por qué? Porque el poder de Dios se perfecciona nuestra debilidad.

Sin embargo, muchas veces vemos este pasaje como algo “normal”. Pero, ¿te has preguntado si de verdad estás llevando el evangelio? ¿Está el Maestro siendo el protagonista del mensaje? Esto me ha cuestionado en instantes cuando he visto las circunstancias, cuando me he apoyado en mis fuerzas y capacidades o cuando he menospreciado el llamado porque cuestioné la autoridad de Dios al llamarme y había considerado que ese llamado era solo para unos pocos.

Recordemos que Jesús es nuestro primer maestro y él nos forma para que llevemos su mensaje de acuerdo a todo lo que vivió y nos ha enseñado. Jesús no hizo este llamado solo a sus discípulos sino a todos nosotros. ¿En serio a todos? Si, pues al ser llamados con gracia y amor por él, podemos elegir su enseñanza y de esta manera convertirnos en sus discípulos. Y así vivir un pacto con Dios por medio del bautismo del Espíritu Santo, que nos introduce a una nueva vida en Cristo, donde la Gran Comisión no se detiene ni tiene fin, pues es el inicio de un legado que continúa y prevalece.

Estimado lector, si alguna vez has dudado o temido al llamado (como me ha pasado) recuerda que el maestro es Jesús, que su autoridad está sobre todo lo creado (pues es el principio y el fin), y que el poder proviene de Dios. La Trinidad es la base esencial del discipulado, piénsalo: somos bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y en esa gracia somos llamados a la nueva vida, para luego reflejarla. Así que vivamos como Cristo y para Cristo.

Con amor, Nancy Duarte.



Comentarios

  1. Tambien nosotros fuimos llamados Si también nosotros q somos tan imperfectos...gracias Nancy por esta reflexion....pues normalmente esto pasa desapercibido, hacemos caso omiso...cómo si solo hubiese sido un mandato para los apóstoles de aquel tiempo... Y no entendemos que es un mandato también para MI!.

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