UN LENGUAJE SENCILLO QUE TOCA EL CORAZÓN

En Marcos 4:33 leemos: 

“Con muchas parábolas semejantes les anunciaba la palabra, conforme a lo que podían oír.”

Jesús, siendo el Hijo de Dios, podría haber usado palabras complicadas, profundas y difíciles de comprender. Sin embargo, eligió un lenguaje sencillo, cercano y lleno de ejemplos de la vida diaria. Hablaba de semillas, de campos, de pesca, de monedas perdidas… cosas cotidianas que cualquiera podía entender. ¿Por qué? Porque el mensaje de Dios no busca confundir, sino transformar; no busca impresionar, sino llegar al corazón.

El amor de Dios es tan grande que se expresa de una manera que todos podemos comprender. Jesús sabía que la verdadera enseñanza no se trata de palabras rebuscadas, sino de mostrar la verdad de Dios de manera clara, práctica y aplicable a la vida.

Hoy podemos aprender de su ejemplo. No necesitas hablar con discursos elegantes ni tener todas las respuestas para compartir a Cristo. Solo necesitas un corazón dispuesto a hablar con sencillez, a contar cómo Dios ha transformado tu vida, y a reflejar su amor en tu manera de vivir. El mensaje más poderoso no siempre es el más elaborado, sino el que nace de un corazón sincero y lleno de fe.

Así como Jesús usaba parábolas para llegar a las personas, tú y yo podemos usar palabras sencillas, gestos de amor y actos de bondad que hablen de Dios más fuerte que cualquier discurso.

Recuerda, Dios no necesita de tu perfección, solo de tu disposición. Cuando hablas con amor y sencillez, el Espíritu Santo se encarga de tocar los corazones.

Reflexión final: No te preocupes si sientes que no sabes mucho o que tus palabras no son suficientes. Lo que importa es que te atrevas a compartir a Cristo con humildad y sencillez. El poder no está en tus palabras, sino en el mensaje de Dios que ellas transmiten.

Con amor, Kenned.




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