El Príncipe y el Dragón
¿Por qué la Santidad es tu Mejor Defensa en la Batalla Espiritual?
¿Sabías que la santidad es tu mejor defensa contra el enemigo? En el capítulo “El Príncipe y el Dragón” del libro Tesoros de la Santidad encontramos una metáfora poderosa: un príncipe enfrentando a un dragón. Esta imagen revela una verdad espiritual que todo creyente debe comprender: sin santidad, somos vulnerables; con santidad, somos invencibles en Cristo.
Para ello debemos saber que es la santidad y por que es tan importante, la santidad no es una lista de reglas, es una armadura espiritual que nos protege en la batalla contra el pecado y la tentación. 1 Pedro 1:16 nos recuerda: “Sed santos, porque yo soy santo.”
Cuando vivimos en santidad, reflejamos la naturaleza de Dios y nos colocamos bajo su cobertura. Salmos 24:3-4 lo confirma: “¿Quién subirá al monte de Jehová? El limpio de manos y puro de corazón.”
Podemos ver como el dragón representa el pecado y la tentación. No siempre ataca con violencia; muchas veces lo hace con sutileza: “¿Por qué cargar con esa armadura? Vive libre.” Así actúa el pecado: disfrazado de libertad, pero en realidad esclaviza.
Efesios 6:11 nos advierte: “Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.” Y Proverbios 4:23 añade: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida.”
Guardar la santidad no significa perfección, sino elección constante. Cada día enfrentamos decisiones que fortalecen o debilitan nuestra armadura espiritual.
Hebreos 12:14 nos exhorta: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.” Sin santidad, no hay comunión con Dios. Romanos 6:22 lo resume: “Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.”
Para vivir en santidad podríamos poner en práctica a diario estos cuatro comportamientos; llena tu mente con la palabra de Dios, evita ambientes que alimenten el pecado, rodéate de personas que te impulsen a crecer espiritualmente y ora diariamente para tener la fortaleza de resistir la tentación.
Este capítulo nos recuerda que la santidad no es un lujo, es una necesidad. Hoy más que nunca, en un mundo que normaliza el pecado, debemos levantar la bandera de la santidad. No por miedo, sino por amor a nuestro padre celestial y por deseo de vivir en la plenitud que Él promete. Con santidad, ningún dragón podrá derrotarte.
Con cariño, Andrés Bernal.

amén y amén, la santidad es una desicion que trae un cambio de vida y el Señor va perfeccionando a medida que es formado nuestro carácter.
ResponderBorrarAmen
BorrarAmén y amén
ResponderBorrarYO tambien quiero levantar la bandera de la santidad para que el Nombre de Dios sea exaltado
ResponderBorrarLa santidad se logra abriendo nuestro corazón al Señor, y permitiendo que Él sea nuestra fuente, porque es Él quien suple nuestras necesidades. Gracias.
ResponderBorrar