La perfección que nace del amor de Dios
“Sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto” Mateo 5:48 Cuando leí este versículo, por un momento sentí que era una meta imposible. Soy un ser humano que falla todo el tiempo; cada día debo ir a la oración a pedir perdón por cosas tan pequeñas como tener un pensamiento de duda o incredulidad, enojarme porque quizás mi hija no dejó sus juguetes en el lugar que era, o quejarme porque tenía mucho trabajo. Entonces pensé: ¿Cómo puedo ser perfecta si tengo tantas debilidades y errores? Pero con el tiempo entendí que Jesús no me pedía ser alguien sin fallas, sino alguien que cada día busca parecerse más a Él. Ser “perfecta” como el Padre no significa no equivocarme, sino permitir que el amor de Dios madure en mí. Es aprender a amar sin condiciones, a perdonar aunque duela, a tener paciencia cuando todo se complica y a reflejar la bondad de Dios en lo pequeño y cotidiano. Cada día Dios me invita a crecer, a dejar atrás mis reacciones humanas y a permitir que...